El País de febrero
Me fui a vivir
al país de Febrero
lleno de fuego con llamas
planas y frescas
de Malinche,
de fosforescencias roji-naranjas
de Poró
en el colinoso desierto
manchado se sabana lila
de soles de mediodía y medianoche
en apretados racimos
y cortezas blancas
dónde la sed
mendiga aguas interrumpidas
en lechos de piedra rodada.
Me quedé por siempre
en el país de Febrero,
dónde sólo hay Febrero
ahora y siempre
con amarillos de sed,
desierto colorín
orgías de veraneras
en escalas inimaginables
y torrenciales
de ocres opacos y brillantes,
granates y púrpuras,
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