TRAFALGAR SQUARE PUB
Como cesan los sueños
cuando sabemos que soñamos
Afterglow. Jorge Luis Borges
El pobre Luisito Irarrázal tenía la vida llena de nudos vitales y encrucijadas no resueltas que trataba sin éxito de evitar con escapismos infantiles . El único recurso irresponsable que le quedaba era sumergirse en Gin Tonic . Pero en ese momento ni así podía huir del terror. Se le hicieron de pronto presentes la borrachera y el pavor que le invadía las uñas y hasta la raíz de sus rubios cabellos retocados con color. No entendía lo que sucedía . Se preguntaba con angustia : -¿ porqué a mi , único mortal , me tienen que pasar éstas cosas ?. ¿Sólo por que bebí un par de tragos de más ? ¿Por eso un castigo tan insólito? - , mientras mantenía en sus manos la pequeña cajita de fósforos color lila , con letras amarillas que le acusaban de insanidad.
Todo empezó con la sed , esa bendita sed habitual de los crepúsculos que abrasaba su garganta insaciable y espíritu blando y lo arrastraba invariablemente al bar o pub más cercano. Luisito, todo un castellano vasco , no bebía en cualquier parte. Tenía que ser en un local de happenings , de events , de exposiciones ,lanzamiento de libros, de gente bella como él , de mujeres lindas e individuos apuestos, de música e iluminación apropiada y ambiente distinguido. Se imagino un vaso de cristal cortado de Checoslovaquia , lleno de fluida y burbujeante transparencia y hielo en cubos diamantinos .Veía y casi acariciaba con sus manos cuidadas el habitual vaso de Gin Tonic , y se anticipaba al gusto perfumado , amargo y un poquitín ácido de la bebida .Presentía el largo sorbo que lo llevaría pronto a un mundo fácil , que confirmaba el transcurrir también fácil , sin sentido, blando , suave , carente de compromisos de muchacho rico , aristócrata y conquistador. Sólo que el joven mimado ya tenía más de cincuenta años y no era ni tan bello ni tan rico. De haber sido Embajador hacía dos décadas, el más joven de todos , orgullo de la Cancillería, ahora era un tercer secretario sin brillo en un país de castigo.
Salió del cuarto , ansioso de entrar al mundo de la bohemia con su gente banal, que como él se sumergía en la noche para hablar naderías y beber con libertad e inconsciencia. El aroma del Beefeeter imaginario lo hizo apurar el paso ansioso y buscó la recepción del hotel, para pedir la recomendación de un bar amable. Porque esa era su realidad, de visita en su propio país y ciudad, tenía que alojar en hoteles opacos, intermedios. La parentela no entusiasta cambiaba hospitalidad por disculpas obvias para no tener que invitarlo. El recepcionista le indicó con aburrimiento que tenía que caminar dos cuadras, desde luego elegantes y llenas de tradición, hasta la esquina de Providencia y entrar en el pasaje a mano derecha . Allí encontraría un buen cocktail:
- Sí se apura todavía alcanza la happy hour -
El bar era la imitación aceptable de un pub inglés. La puerta de entrada se asemejaba a una caseta telefónica de la ciudad de Londres, de esas rojas y con vidrieras por todos lados. El interior del local era acogedor y lleno de afiches de la City y en especial de Trafalgar Square, con su gran columna, edificios con frontis griegos y fuentes decorativas que no se sabía si expulsaban o chupaban agua del cielo. El bar tenía una barra larga, con un gran espejo en la pared del fondo, por sobre las estanterías llenas de botellas ambarinas, verdes , azules, rojas , con cordones ,terciopelos, cajas y etiquetas atractivas. Sobre el plateado del espejo con dibujos en estilo Art Noveau, estaba escrito en letras amarillas con borde lila el nombre del lugar : “ Trafalgar Square Pub” . Decididamente era un ambiente para Luisito.
Después de una mirada circular alculadorac para ver si los parroquianos merecían su presencia y apreciaban su entrada en la escena, se sentó a la barra y pidió el ansiado Gin Tonic. Desde los primeros sorbos con los ojos cerrados, se envolvió en tules de lucidez prestada y en insensibilidad , anestesia mental voluntaria y vacilación física. Encendió un cigarrillo y se hecho al bolsillo el pequeño paquete de fósforos sin antes dejar de mirar distraídamente el cartoncito color lila y con letras amarillas iguales a las del espejo. Luego se dejó llevar por tiempo indefinido por la música suave y la luz tenue del lugar, y finalmente pagó , dejo un billete de propina y guardó un par de monedas en el bolsillo junto a la cajita de fósforos.
Salió a una noche sola y caminó o más bien voló sin aparente esfuerzo, sobre nubes y efluvios, flotando en bienestar inmaterial. A los pocos pasos se desconcertó. En la esquina ya no estaba la Iglesia de los Leones, que cuando joven conquistador visitaba los Domingos a la salida de la misa de 11 para mirar a las bellas muchachas. Había en cambio una calle ancha, desconocida, un gran anfiteatro con mucho tráfico e innumerables brillos de avisos luminosos, fijos, intermitentes, móviles, chispeantes. En ese momento pasó un bus de dos pisos, de color rojo, del que bajó y subió una gente silenciosa ,de caras hoscas. Se acercó a un transeúnte ; con voz alcohólica preguntó:
-¿ dónde estoy?-
El hombre miró extrañado y le contestó:
- Sorry , I can not understand you,
y se alejó rápidamente meneando la cabeza con rechazo.
Luisito balbuceó entre dientes un par de groserías finas, pensando que se había topado con un tipo sin clase, un despreciable turista. Escogió otro transeúnte, un viejillo de sombrero, bastón y aspecto distinguido y repitió la pregunta en todo más cortés:
-Buenas tardes señor, ¿podría decirme dónde estoy?
La altanera respuesta no fue muy diferente:
-¿Whaaat? ,....... please , speak in English - ,
Las nubes y el celaje adormecido en la mente de Luisito se despejaron de miedo y ansiedad cuando vio la columna, las fuentes y los frontis de los edificios, y entendió que había salido del bar para caer en el medio de Trafalgar Square. Sintió terror al ver más buses rojos de dos pisos llenos de propaganda de licores, cigarrillos y películas inglesas y también aquellos taxis negros con pinta de viejo, el mismo modelo de tres décadas atrás que los súbditos de la Reina Isabel no querían abandonar.
Sólo quería esconderse de lo irracional . No podía aceptar que un par de tragos de Beefeeter con agua tónica lo hubieran mandado desde un Pub de Providencia al centro de Londres , dónde 30 años antes había estado fumando marihuana y tocando guitarra. Sólo pensó en un refugio: volver al bar , beber otro par de tragos protectores y quizás romper así la pesadilla . Casi corrió al lugar, por poco se acostó sobre la barra y pidió trémulo el Gin protector.
En pocos minutos descendió a una profundidad tenue e insensible que le trajo calma y olvido. Después de un rato largo y pagar sus tragos salió del bar . Habían desaparecido los buses, las fuentes, las columnas y los taxis y otra vez divisó la tranquilizante mole de la Iglesia de Los Leones . Aspiró todo lo profundo que pudo y regresó tambaleante pero feliz al hotel. Subió al cuarto ; al entrar se dejó caer vestido sobre la cama mientras todo daba vueltas entre lámparas, jirones de terror, pensamientos , muebles danzarines y recuerdos. Quiso fumar para mezclar nubes de humo y de alcohol a la coctelera giratoria de su habitación. Registró los bolsillos del pantalón y saco un par de monedas, su cambio del bar; tenían impreso en el metal el perfil de una mujer coronada . Así renació la angustia. Luego encendió el cigarrillo con las cerillas de cabeza rubia de la cajita de cartón color lila . De pronto su vista se fijó con dolor en el cartoncito y las letras amarillas le gritaron desesperadas una verdad que lo aplastó:
“ Thank you for coming .Visit us again. The Trafalgar Square Pub , One Trafalgar Square Plaza , London, Great Britain “
Ronnie de Camino V.Vuelo Santiago-San José .31.3.95